Los Panches.


Los Panches o Tolimas fueron un pueblo amerindio perteneciente a la familia lingüística Caribe. En el momento de la conquista se encontraban asentados en el centro de la actual República de Colombia, fueron descritos por los conquistadores españoles como temibles guerreros, antropófagos cuya vida giraba en torno a la guerra.


El gran Tolima albergaba con estas extensas comunidades, también un basto sistema socioeconómico muy similar entre sí. Aunque nunca se rigieron por un mando central, estas agrupaciones prehispánicas se organizaron en señoríos independientes, comunidades tributarias y comunidades subyugadas a otras.
El cacicazgo era ejercido sin tener muy en cuenta las vías de dinastías, se elegía de acuerdo a las necesidades del momento, el valor y conocimiento relacionado con lo sobrenatural, era una exigencia y no era de mucha importancia el sexo del elegido. Se conoce de Caciques mujeres, que estuvieron al mando de los destinos de estos pueblos con resultados notables.

Existía dentro de estas civilizaciones los Marirris o Piaches, Mohanes, Chamanes o Brujos, Ancianos y Adivinos, que desempeñaban un papel importante en las decisiones religiosas, políticas, militares y en especial en materia de salud. Tenían que ver con lo real pero también con todo lo divino y lo sagrado. Los Caciques Panches o SÍQUIMAS, tenían como costumbre dar su nombre a la región que gobernaban y eran asesorados en sus funciones especialmente por un grupo de personas de autoridad y experiencia llamados ACAYMAS.

Su organización política era de tipo tribal, esto significa que no tenía una gran diferenciación jerárquica dentro de la sociedad, ni existían líderes que dominaran políticamente grandes territorios o súbditos. Sin embargo las crónicas española de la conquista dejan ver que algunos líderes tenían reconocimiento en razón de su capacidad estratégica militar, cuyo mando era acatado por otros líderes en alianzas temporales. La nación Panche estaba conformada por las tribus Tocaimas, Anapuimas, Suitamas, Lachimíes, Anolaimas, Síquimas, Chapaimas, Calandaima, Calandoimas, Bituimas, Tocaremas, Sasaimas Guatiquies etc.

La organización tribal no permitió el surgimiento de grandes líderes políticos, tampoco hubo una buena recolección de la historia de estos pueblos menos si se tiene en cuenta su rápido exterminio durante la conquista y los años posteriores a esta. Solamente las crónicas dan una idea sobre este punto. Entre los líderes más destacados que las crónicas de la conquista percibieron se encontraba Bituima un hombre sabio de edad madura y con una gran capacidad de convocatoria pues logró la unificación de un buen número de tribus bajo su mando en las batallas de la resistencia a la conquista, este fue un buen estratega militar y puso en jaque a los españoles en Bituima derrotándolos durante el sitio de estos a la fortaleza. También se reconoce a Tocarema y Anolaima quienes combatieron en la batalla de Tocarema contra la invasión de España y que acordaron tratados de paz con Gonzalo Jiménez de Quesada, además de un antiguo jefe Tocaima aunque había muerto hacía muchos años su memoria permanecía viva tal vez por su talento militar.


Su piel era cobriza, andaban desnudos, con zarcillos en orejas y narices, sartas de colores en cuello y cintura y plumas de colores en la cabeza. Adornaban cuello, frente, brazos, muslos y pantorrillas con piezas de oro. Tenían por costumbre colocar tablas en la parte posterior y anterior de la cabeza de los niños, para que el cráneo tomara forma de pirámide. Sus poblaciones, rancheríos dispersos que dependían de uno principal donde vivía un jefe político (aunque jamás alcanzaron niveles de cacicazgo o estatales), estaban situadas en partes altas y de difícil acceso, a donde se llegaba por un único camino, en el que, para protegerse de los enemigos, cavaban profundos fosos, en cuyo fondo colocaban púas envenenadas. Solían adornar sus casas con cráneos de los enemigos y decorarlos como forma de prestigio social. Según los españoles practicaban el canibalismo, haciendo presumir el uso ritual del mismo, también se afirma que bebían sangre en el campo de batalla.


Es un hecho seguro que la organización social es paralela al dogma y descubre una unidad fundamental, siendo considerados los hechos naturales como un gesto de fuerza divina; en los valles del Magdalena el Panche adoraba la fuerza de la naturaleza y, ante todo, las aguas, las montañas, el monte, el sol y la luna. Los Panches tenían como Dios central un ser tutelar, poderoso y único llamado NANUCO o NACUCO. Dominaba y regía las cosas de este y otros mundos, tenía el poder de hacer tanto el bien como el mal, era supremo; por lo tanto sus actos y naturaleza iban acompañados de doble contenido. Este temido Dios era evocado con un nombre diferente de acuerdo a su estado de ánimo y de los sucesos ocurridos en el mundo, asimismo podía ser visto de diferente manera. A un que era el Dios de Dioses siempre estaba representado con una sexualidad femenina. Tenía igualmente este pueblo, un conjunto de Dioses mayores como el sol, la luna llamada QUININÍ, el agua y el monte. Existían también Dioses menores iguales a los de la etnia Pijao como la princesa Diosa TULIMA y otros de importancia como LULOMOY Dios grande con múltiples extremidades, LOCOOMBO Dios del tiempo, benévolo y creador de todas las cosas existentes y ELIANI Dios de las cosas no buenas, su poder fue mal interpretado por los conquistadores dándole el mismo calificativo del demonio cristiano.Por la abundancia y proximidad con las aguas, algunas de estas deidades debieron ser habitantes de las mismas, otras aparecían y se transformaban en la noche, como la luna por quien sentían gran respeto y atracción.
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Al igual que otras religiones, los Panches adoraban un ser supremo con una personalidad compleja, seguido por dioses menores o deidades a las cuales atribuían la maldad o la benevolencia. Su Dios central representaba dos mitades irreconciliables y opositoras; arbitrariamente dividido, ejercía el bien entre los hombres siendo a su vez aterrador y despiadado. Contrario al diablo en el cristianismo, éste no era un ser independiente que solo actúa a favor del mal, aquí pertenecía a esa misma esencia divina. La maldad para los Panches era parte del carácter de ese mismo Dios benévolo y celestial; por lo tanto para poder adorar el mundo en su totalidad, había que establecer junto al culto inmaculado, un culto a la maldad, o digámoslo de otra forma un culto al castigo divino.
Estas deidades no solamente indicaban al hombre indígena las formas de hacer las cosas o de cómo actuar entre ellos mismos, sino fijaban normas que seguían con sumo rigor, respeto, atención, temor, teniendo como fin la actitud hacia la Naturaleza, ya que era ella misma quien ejercía sobre el hombre todo su poder. Ella representaba el espacio vivo de la ocupación y el sustento humano. El culto a Natura, con particularidad casi congénita y ancestral como las oraciones, rezos, sacrificios, ofrendas y la misma esencia de la filosofía, tenía un carácter estrictamente basado en el Equilibrio Ecológico. De esta estrecha e imprescindible relación afloran revelaciones como los espíritus del agua, aire, tierra, fuego, monte, quienes con todo su poder y respaldo de la Gran Madre castigan a quienes profanan y abusan o premian a quienes respetan y cuidan de este medio vital. Estos Elementos Dioses, estaban dotados de vida y descomunal poder, siendo estos quienes castigaban con enorme furia como erupciones volcánicas, lluvias torrenciales, temblores, tormentas o sequías, cuando ese equilibrio estaba amenazado.